¿Y si lo “inútil” resultara ser todo lo contrario?
Hay lugares que no salen en revistas de viaje ni en el radar de influencers, donde la señal de teléfono desaparece y el tiempo parece medir sus horas con otro reloj. No tienen resorts, ni calles llenas de cafés de moda, pero están llenos de vida. Y de memoria. Y de una belleza que, más que verse, se siente.


Así es Bahía Inútil, al sur del sur, en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Aquí, el viento nunca se detiene, los pingüinos Rey pasean sin apuro, y el pasado -a veces incómodo- sigue hablando en voz baja.

Camino a Cameron: el viento guía la ruta

Desde Porvenir, la mejor base para explorar esta parte de la isla, partimos hacia Villa Cameron. El camino bordea una lengua de mar que corta Tierra del Fuego como si quisiera partirla en dos: esa es Bahía Inútil.

🐑 Dato cultural: Si viajas en temporada de esquila (noviembre a enero), no es raro ver a los trabajadores moviéndose rápido entre ovejas, cuchillas y fardos. Es un trabajo duro, heredado de los primeros colonos, y que sobrevive al paso del tiempo.

Bahía Inútil

Bahía Inútil: un nombre que miente

El nombre se lo dio el capitán Philip Parker King en 1839:

«Como no ofrece anclaje ni refugio, ni ninguna otra ventaja para el navegante, la hemos llamado Bahía Inútil.

Estaba demasiado expuesta a los vientos dominantes para permitir que nuestro aterrizaje examinara el país y sus producciones, o para comunicarse con los indios; y como no había muchas posibilidades de encontrar algo de carácter novedoso, no perdimos tiempo en retirarnos de un lugar tan expuesto.»

Philip Parker King (1839). «Voyages of the Adventure and Beagle»

Lo que no servía para un barco resultó ser invaluable para quienes caminan su orilla. Bahía Inútil es vasta, ventosa y rica en vida silvestre. Aquí anidan aves migratorias, las playas guardan conchales y restos arqueológicos, y cada ráfaga trae olor a sal y pasto seco.

🌬️ Consejo: Aquí el viento no es solo un elemento del paisaje, es parte de la experiencia. No lo esquives: déjalo enredarte el pelo y, si puedes, frena un rato para escucharlo. El viento de Tierra del Fuego tiene un timbre distinto… como si viniera desde el inicio del mundo.

El Parque Pingüino Rey: una joya inesperada en Bahía Inútil

Y ahí están. Altos, elegantes, con plumaje que combina el blanco, el negro y un amarillo intenso que parece pintado a mano: los pingüinos Rey (Aptenodytes patagonicus). Son la segunda especie más grande del planeta, solo superados por los Emperador.

En 2010, una colonia se instaló aquí y, al año siguiente, nació el Parque Pingüino Rey para protegerlos. En 2013, llegaron los primeros polluelos. Verlos moverse con esa calma majestuosa, ajenos al ruido del mundo, es un privilegio que pocos lugares ofrecen sin tener que llegar a las Malvinas o a la Antártida.

🐧 Respeta que la observación es siempre a distancia, desde senderos y miradores. No se puede tocar, ni alimentar, ni invadir su espacio. Y está perfecto así: parte de la magia es verlos sin romper su rutina.

No todo aquí es fauna. Cerca del río Marazzi se han hallado restos humanos de más de 9.500 años, huellas del pueblo selk’nam y de otros antiguos habitantes de la isla. Son testimonios silenciosos de un tiempo en que esta tierra no conocía alambradas ni carreteras.

Bahía Inútil

Los agradables vientos son casi permanentes, a ratos se transforman en un ventarrón que quizás unas horas más tarde hará que casi no puedas mantenerte en pie; probablemente en tu lugar de origen esto no ocurra con mucha frecuencia… Disfrútalo!

Villa Cameron y el nudo en la garganta

El último destino tiene algo de personal contradicción: Villa Cameron, capital de la comuna de Timaukel. Esta es la zona que habitaron los selk’nam, pueblo que sobrevivía cazando guanacos en las praderas de esta isla y que hoy prácticamente ya no existe. Es un lugar casi despoblado, con pocos habitantes que viven lejos unos de otros. Es bonito, por lo menos a mí me gustan estos lugares medio solitarios.

Timaukel es el nombre de la principal divinidad de los selk’nam y significa «Gran Hacedor». El nombre de la villa fue puesto en honor al neozelandés Alexander Allan Cameron, (y aquí viene el sentimiento contradictorio) quien fuera declarado reo y sindicado como uno de los principales responsables del exterminio selk’nam entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. En 1904, se cerró el juicio, sin culpables y tanto Cameron como otros inculpados fueron absueltos… Hoy, más de un siglo después, el apellido sigue en el mapa.

La frase: “Ignorar la historia es condenarse a repetirla” es bastante real, y en Chile, a veces, el olvido se disfraza de homenaje.

Bahía Inútil no es inútil. Es esencial. Aquí viven pingüinos que viajan miles de kilómetros para anidar, se protege un patrimonio arqueológico único, y se respira un silencio que en otros lugares se ha perdido. Este rincón, de nombre engañoso, recuerda que el valor de un lugar no se mide en su utilidad económica ni en su fama turística. Se mide en su capacidad para hacernos sentir parte de algo más grande.

El viaje sigue, un poco más al norte. Pero el viento de Bahía Inútil, y la mirada de los pingüinos Rey, quedarán conmigo por mucho tiempo.

¡Nos vemos en la próxima parada: ¡Torres del Paine por el día!

En este recorrido sonó un par de veces el tema «Before the rain» de Lee Oskar y me hubiese gustado llevar esa música conmigo. La armónica se mezclaba con el viento, y el paisaje parecía moverse al ritmo de esa melodía suave y melancólica.

La música y el viento tienen algo en común: ambos dejan huella incluso cuando ya han pasado.

Bahía Inútil

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