Violeta Parra Sandoval

Una de las grandes artistas chilenas de todos los tiempos, investigadora incansable y apasionada sin límites.


Nació en San Carlos, el 4 de octubre de 1917. Frente a la plaza, en calle La Montaña, vivían por entonces sus padres, el profesor primario Nicanor Parra y Clara Sandoval, que darían origen a una larga familia de artistas. Tres hermanos destacados son el poeta Nicanor Parra, Premio Nacional de Literatura, Roberto Parra, cultor de la poesía popular, y ella misma, Violeta Parra, que pertenece tanto a la poesía como al folclor.

Cuando Violeta tiene apenas tres años, la familia se traslada a Santiago, donde después de una breve temporada regresa al sur, ahora a Lautaro, donde el padre ha sido nombrado profesor. Junto a sus hermanos Roberto, Eduardo e Hilda, organizan funciones de circo familiar son asistencia del vecindario, en las que Violeta, de doce años, canta algunas canciones originales.

Tiene quince o dieciséis años cuando viaja a Santiago, donde la toma a cargo su hermano Nicanor, que por entonces estudia matemáticas en la Universidad de Chile y trabaja como inspector en el Internado Nacional Barros Arana (INBA).

Su vida no ha sido fácil. La familia del profesor, que con gran facilidad gana amistades y afectos pero no dinero, pasa momentos difíciles: “Por suerte la inteligencia / a mi mama l’acompaña / haciendo mil musarañas / con la costura, su ciencia…”

Pero viene el reconocimiento, que comienza en 1953. Después de un recital en casa de Pablo Neruda, la invitan a un programa de Radio Chilena, donde canta “a lo humano y lo divino”. Se inician sus giras artísticas al norte y al sur. Dos años más tarde, en 1955, y gracias a una invitación a Polonia, llega a París. Allí grabará su primer disco para el Museo del Hombre. Ya en Chile, graba nuevos discos, con temas recopilatorios del folclor y también algunos propios.

En un segundo viaje a París consigue el extraordinario éxito de actuar durante tres años, ahora acompañada de sus hijos Ángel e Isabel. Artista múltiple, en 1964 expone sus arpilleras en el famoso Museo del Louvre.

De regreso a Chile se instala con una carpa en La Reina, donde funciona su Peña Folclórica. Es ya una celebridad. Tras sus huellas ha surgido un movimiento artístico conocido como Neofolclor. Sin embargo, económicamente las cosas no andan bien, falta apoyo. Y el aspecto sentimental también empeora. Entonces, el 5 de febrero de 1967, se suicida en la misma carpa-peña… Poco antes, tuvo el valor moral y el genio de crear y cantar “Gracias A La Vida”, un texto que resuena como una bella despedida.

Desde 2015, existe en la ciudad de Santiago un museo que rinde homenaje a su obra y legado.

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