Rosita Renard fue una talentosa pianista y profesora que presentó sus conciertos en diversos escenarios en la primera mitad del siglo XX.
La talentosa primogénita del catalán José Renard y la chilena Carmen Artigas, creció en una familia amante de las bellas artes. A los cuatro años ya tocaba en el piano familiar las arias de Rigoletto (de Giuseppe Verdi). A los 16, partió a Alemania, becada por el gobierno de Pedro Montt, para perfeccionarse en el Conservatorio Stern (Berlín), donde se graduó en 1914. Allí compartió con un joven Claudio Arrau las enseñanzas del maestro Martín Krause, quien le auguró fama mundial.
Rosita Renard nació en Santiago el 8 de febrero de 1894. Sus padres se separaron cuando ella era una niña, por lo que su madre la crió bajo un estricto régimen de austeridad y dedicación.
El talento de Rosita quedaba en evidencia apenas comenzaba a articular las teclas del piano. Rápidamente su interpretación sacaba ventaja en el Conservatorio Nacional, donde inició sus estudios cuando recién tenía ocho años. Al graduarse, en 1908, lo hizo con la más alta calificación, recibiendo su diploma en medio de la aclamación de sus maestros y compañeros. También, al término de sus estudios, realizó una presentación ejecutando el concierto en La Menor de Grieg, acompañada por la orquesta dirigida por Celerino Pereira, entonces director del Conservatorio Nacional. Todo un evento en su época.
La joven Renard debutó exitosamente el 15 de mayo de 1909 en el Teatro del Conservatorio Nacional, inaugurando así una bella carrera de concertista. Al año siguiente partió a Berlín, hasta donde también llegó a estudiar el joven chileno Claudio Arrau. Tras conversar sobre el país y la estadía en el país germano, Rosita le recomendó a su amigo que estudiara con su maestro Martín Krause en el Conservatorio, a lo que él accedió. Se cuenta que la primera vez que Krause escuchó tocar a Arrau, en 1913, le dijo a su madre Lucrecia: “Este niño será mi obra maestra.”
En 1916, Renard viajó, junto a su madre y su hermana, a Estados Unidos como maestra del Conservatorio DKL de Rochester. Como tenía pocos recursos, su debut en el Aeolian Hall, colmado de elogios y ofertas, la salvó de las penurias económicas.
Regresó a Chile en 1920 a ofrecer conciertos, con la intención de volver a Norteamérica a grabar rollos de autopiano. Por entonces, su hermana menor, Blanca, que también había seguido sus pasos de concertista en piano, fue becada para estudiar en Alemania. Entonces, su madre canceló los planes de su hija mayor, provocando un doloroso quiebre entre ambas, que terminó con Rosita viajando sola a Estados Unidos.
Las dificultades que tuvo para retomar su carrera fueron frustrantes. Al amparo de un convento en Nueva York, intentó dificultosamente hacerlo, hasta que el 28 de agosto de 1928 se casó con el checoslovaco Otto Stern, cantante lírico. Por la crisis económica de 1929, viajaron a Chile y Rosita ingresó como profesora al Conservatorio Nacional, incorporado ahora a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Allí impartió clases hasta 1936.
La extraña enfermedad del sueño, producida por la picadura de un mosquito, le quitó la vida el 24 de mayo de 1949, quedando un escaso registro de sus bellas interpretaciones.