Orígenes de las artes plásticas en Chile

Dentro del contexto cultural latinoamericano, y a lo largo de dos fases muy distintas, el período virreinal y la nación independiente, la trayectoria de las artes plásticas reviste un especial interés en Chile.


Pese a la ubicación marginal del país, que situaba al arte local como periférico en relación con los principales centros artísticos que iban marcando la evolución de la plástica occidental, la pintura y la escultura fueron adquiriendo en Chile una progresiva personalidad propia. El arte chileno, sustentado tanto en la recepción de los movimientos artísticos más novedosos como en la reafirmación de los valores y los aspectos vernáculos, alcanzó en algunos momentos una gran modernidad.

Los siglos de la Colonia vieron nacer y desarrollarse la plástica popular virreinal, inspirada en los modelos que llegaban de Lima y que a su vez provenía de las escuelas española, italiana y flamenca, además de las propias de las regiones del virreinato: Alto Perú, Quito y Cuzco.

Preeminencia del arte religioso

Como en las restantes regiones americanas, el arte religioso presidió la vida social chilena; la imaginería popular y los ciclos pictóricos conventuales fueron sus principales exponentes. Durante este período, la Capitanía General de Chile, alejada y mal comunicada con los principales focos culturales americanos, México y Perú (por no hablar de España), y retrasada económicamente con respecto a otras regiones mejor ubicadas y con mayores recursos naturales, carecía de artistas propios y se limitaba básicamente a importar obras de arte. Solo en el siglo XVIII, y de la mano de los jesuitas, el ambiente artístico chileno conoció una renovación que lo aproximó a las corrientes internacionales.

No hay que olvidar, por otra parte, el patrimonio artístico desaparecido. Por citar un ejemplo, la pintura mural, que durante la época colonial seguramente adquirió una gran importancia. En Chile, igual que en otras zonas del virreinato peruano y que en muchas otras regiones hispanoamericanas, los numerosos edificios religiosos que se levantaron para evangelizar el continente (conventos, parroquias, capillas, etc.) debieron recurrir al fresco como técnica barata, rápida y ostentosa para recubrir los muros interiores. Por desgracia, casi nada se ha conservado; lo poco que queda, fundamentalmente en la región del Altiplano, y ya dieciochesco, permite advertir un carácter decorativo, artesanal y popular.

Los primeros artistas viajeros

En el siglo XIX, la república chilena, de la mano de una primera fase de los artistas viajeros y en una segunda etapa de la Academia, se alejó de los modelos hispánicos y buscó en el arte francés el camino de la modernidad. De esta forma, los movimientos artísticos más novedosos fueron conocidos e imitados en el país, y nuevos géneros triunfantes desplazaron a la pintura religiosa: el paisajismo, la pintura histórica, el retrato político, la pintura de costumbres, etc. Durante el siglo XX se mantuvo constante la influencia francesa y europea en general. Las vanguardias marcaron los rumbos de las distintas generaciones de pintores y escultores. Paralelamente, numerosos grupos de artistas exploraron las sendas de las raíces americanas prehispánicas y los aspectos que definen la personalidad propia del país, reinterpretándolos desde el punto de vista de la modernidad.

Fuente: Gran Enciclopedia de Chile

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