Matilla está ubicada a 1.000 metros sobre el nivel del mar.
El lagar de Matilla está ahí donde la quebrada de Quisma desemboca en el margen oriental de la Pampa del Tamarugal. 120 kilómetros al sureste de Iquique, a 30 de Pozo Almonte y solo 3 km. del famoso oasis de Pica.
Año tras año, hasta el hoy remoto 1937, se realizaban las faenas vitivinícolas en el lagar, que con celebraciones tradicionales que incluían versos y canciones reanudaban los diversos procesos de la elaboración del vino, la cosecha de las uvas, la «pisa de las uvas» y el prensado del orujo. Este se lograba mediante el uso de la «viga» que consistía en un grueso tronco de algarrobo accionado por un cabrestante que imprimía a la viga un movimiento de báscula.
El caldo obtenido se guardaba en tinajas de greda enterradas en el suelo, casi hasta el cuello y así asegurar una temperatura uniforme. Podemos recordar que cada 13 de junio (la fiesta de San Antonio de Padua) se asistía al destape de las primeras tinajas. Se cuenta que en esas ocasiones el dueño ofrecía vino a sus amigos y transeúntes.
Este lagar fue restaurado en 1968 por Eduardo Muñoz, de la escuela de Canteros de la Universidad de Chile (sede Antofagasta) para ser usado como museo de sitio arqueológico. Es un interesante testimonio de la gran actividad vitivinícola que caracterizó a lo que fuera el próspero oasis de Matilla, desde comienzos del siglo XVIII. Estas instalaciones datan de ese siglo y prolongaron sus funciones, como ya dijimos, hasta 1937.
En 1912 la captación de aguas de Quisma para abastecer a Iquique condujo a la sequía progresiva de Matilla; con el paso del tiempo solo han quedado aguas para cultivos una pequeñísima parte de las tierras primitivas.