Ingeniosos y enigmáticos fueron los chinchorro, nombre que proviene de una playa en Arica. Ahí se encontraron por primera vez restos de este pueblo costero que se desarrolló en la zona norte de Chile y el sur de Perú.
Los chinchorro vivieron entre los años 5.000 y 2.000 a.C., en una localidad de extrema aridez, de la caza de lobos marinos, la pesca y la recolección de moluscos. Se especializaron en la explotación de los recursos marinos, para lo cual inventaron herramientas como el anzuelo de espinas de cactus y las puntas de arpón para capturar a sus presas.
Pese a la aridez de su tierra, no les faltó el alimento, pues, por efecto de la gélida corriente de Humboldt, que nace en el sur de Chile y baña gran parte de la costa, esta zona es sumamente rica en recursos marinos. Además, las quebradas que llegan al mar aportaban, tal como hoy, suficiente agua dulce y especies animales y vegetales para cubrir sus necesidades.
Vestigios
Gracias a los vestigios encontrados por arqueólogos y antropólogos, se ha logrado articular gran parte de su historia. Hoy se sabe, por ejemplo, que el patrón de asentamiento de los chinchorros eran las bandas, es decir, la formación de campamentos semisedentarios en las caletas y cursos bajos de las quebradas, donde algunos grupos lograron concentrar una alta población. Este es el caso de la quebrada de Camarones, al sur de Arica. Los especialistas piensan que un posible antecedente de esta cultura es la localidad de Acha, un sitio arqueológico con más de 8.000 años de antigüedad, ubicado en el valle de Azapa.
No solo de especies marinas vivían los hombres y mujeres chinchorro. También incorporaron a su dieta vegetales; incluso, con algunos de ellos confeccionaban objetos.
Contrastando con su sencillo modo de vida, su expresión artística alcanzó un elevado esplendor con el delicado ajuar que fabricaban para sus momias y mucha creatividad con el sofisticado ritual de momificación de sus difuntos. Por este complejo proceso es que los expertos sostienen que la cultura Chinchorro es la primera manifestación compleja de un culto a la muerte y a los antepasados en la costa árida sudamericana.
En el tiempo
Los investigadores han determinado que este proceso pasó por diferentes fases. En sus inicios, solo se momificaba a los recién nacidos y a los niños, empleando colores llamativos. Además, los cuerpos iban acompañados con figurillas de barro.
Posteriormente, hacia el año 3.000 a.C., en su estadio de desarrollo más elevado, los chinchorros momificaban a representantes de todos los miembros de la sociedad y de todas las edades; es decir, hombres, mujeres, niños, adultos y ancianos, y se les recubría con pigmentos rojo, negro y café. Luego, durante el ocaso de su cultura, solo aplicaban mascarillas de barro. Por la forma como quedaban con este tratamiento, se piensa que las momias no se enterraban, sino que eran instaladas de pie en medio del campamento, formando parte activa de este. Es probable que esta acción constituyera una marca territorial del linaje del grupo, a partir de un ancestro común, dicen los expertos.
En gran medida, la importancia universal de las momias chinchorro radica en su antigüedad. De hecho, el 27 de julio de 2021, sus restos entraron en la lista de Patrimonio de la Humanidad confeccionada por la UNESCO.
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