Quienes miran con escepticismo la nueva producción de Jorge González deberían revisar un poco la historia del ex-Prisionero.
Ya en Pateando Piedras (1988) y Corazones (1990) había experimentado con música electrónica. Por lo tanto, para quienes miran con escepticismo la nueva producción de Jorge González -en colaboración con Dandy Jack-, Gonzalo Martínez And His Thinking Congas, deberían revisar un poco la historia del ex-Prisionero.
Jorge González (1993) y El Futuro Se Fue (1994) también son ejemplos de la evolución, aunque no los mejores en términos comerciales. Un aprendizaje que le permitió negociar con la tecnología y los instrumentos acústicos, en pos de una reinvención con menos irracionalidad que en su época adolescente.
Su nueva producción, que saldrá a la venta la segunda quincena de noviembre, es el resultado de una depuración. De una mezcla de gustos chilenos con raíces anglosajonas que rayan en lo eléctrico y periférico, sin caer en el facilismo ni el fraseo musical barato, llegando incluso a transar en la manera de enfrentar las máquinas desde una posición mucho más cercana a la que el tecno podría darle a una simple secuencia de cortes programados. Liar una letra tropical con música electrónica es una creación distinta para los ámbitos que reconoce el tradicional mercado discográfico. por lo mismo, escuchar «La Pollera Amarilla» da ámbitos vanguardistas y exóticos, poniendo beats por sobre una estructura melódica con base de cumbia, desvirtuando su esencia.
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Era la piragua de Gonzalo Martínez ironiza el ex-Prisionero en «La Piragua», para mostrar uno de los espejos más claros de lo que quiere hacer con el estilo que acaba de instaurar: la intelligent-cumbia. La presencia de voces cadenciosas y loops son un elemento de complemento para la mezcla de instrumentos acústicos con samplers que se desarrollan con más cabalidad en «La Pollera Colorá», en donde el tinte más pop se vuelca al servicio de las máquinas junto con ese halo house que se verifica con más claridad en «Plena Española».
«Soledad» es tal vez uno de los arreglos más cuidados del disco. El tejido que se forma entre el ritmo industrial y las percusiones, más una interpretación regida al tenor de una cumbia tradicional, confunden el sabor tropical con una jam session ambient; algo que también se denota en el sampleo del clásico «Tiburón A La Vista», el cual se transforma en un relato que evoluciona hacia líneas trance, ad-hoc al milenio que viene más que a la próxima fiesta de Año Nuevo.
El disco termina con «La Cumbia Triste» -una composición del propio ex-Prisionero-, «¡Guapa!» -de Dandy Jack, con especial tramado para hacer creer que fue grabada en vivo- y «La Cumbia Del Pepino» -un jam de house-cumbia, de creación conjunta-, cada una con características propias. O sea, es una invitación individual a redondear un disco dominado por el manejo de una tendencia que viene en alza y su condescendencia con la electrónica.
Algo que si bien no impacta de primera manera, se muestra como el híbrido de un nuevo estilo con detalles sutiles, el cual tiene su mejor reflejo en el nombre del disco. Un nombre que sin duda no es de nadie, pero que sirve de cañón para lo que González y Dandy Jack -tal como dice «La Pollera Colorá»- harán en el futuro: «Pero si no toca nada, lo tiene todo programado…»