En 1864, los españoles de apoderaron de las islas peruanas Chincha, ricas en guano… Pronto, España declaró la guerra a Chile.
En esos años, Europa vivía una época de máximo expansionismo y España por supuesto estaba contagiada de ese espíritu. De ahí que la toma de las islas peruanas fuese vista como un acto agresivo, propio del colonialismo impuesto por las grandes potencias.
El 30 de abril de 1864, Chile se enteró de esta ocupación. Los historiadores consignan que hubo más escándalo en nuestro país que en el propio Perú. Se temió lo peor, incluso pasó por la mente de algunos la posibilidad de que tendrían que volver a pelear por una nueva independencia. Al día siguiente de haberse conocido la noticia, se convocó a un mitin en Valparaíso, que no hizo más que encender los ánimos.
El Gobierno tenía opiniones encontradas: el presidente José Joaquín Pérez creía que la posibilidad de una nueva “conquista de América” era insostenible, pero otros estaban dispuestos a pedir explicaciones al ministro de España en Santiago.
Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia, más algunas naciones centroamericanas, solidarizaron con el país afectado, en tanto que Perú hizo todo lo posible por no llegar hasta la guerra. En Lima se organizó un congreso americano (con la participación de todos los países con salida al Pacífico) que tenía como fin llegar a acuerdo con España. Este país se negó, en principio, a la participación de otras naciones americanas; sin embargo, se terminó estableciendo que España tendría que comprometerse a devolver las islas Chincha, cancelando, además, una indemnización.
El gobierno de José Joaquín Pérez intentó desligarse del conflicto, pero no le fue posible, España esgrimió varias razones para declarar la guerra a Chile, como las acusaciones en contra de nuestro país de haber vendido caballos a Perú y de haber tenido una actitud hostil en contra de España. Las cosas se complicaron cuando España comenzó a exigir a Chile una serie de peticiones, en términos amistosos, a modo de dar por finalizado cualquier tipo de ofensa. Sin embargo, los términos amistosos se terminaron cuando el propio almirante José Manuel Pareja fue elegido embajador y amenazó con que si Chile no cumplía con las exigencias, entonces, se vería en la obligación de destruir las minas de Lota o la ciudad de Valparaíso.
El 17 de septiembre de 1865, José Manuel Pareja llegó a Valparaíso. A estas alturas, el gobierno chileno tenía claro que la guerra contra España era cosa de días y ordenó al comandante Juan Williams Rebolledo abandonar el puerto con compañía de la Esmeralda y del vapor Maipo, y dirigirse a Chiloé. Se dice que en plena travesía, pasó tan solo a 100 metros de la fragata Villa de Madrid, la nave insignia de Pareja; sin embargo, el hecho no pasó a mayores.
Un día después, justo para la celebración de Fiestas Patrias, Pareja dio un ultimátum al gobierno chileno e intentó bloquear todos nuestros puertos; la reacción nacional fue decidirse por la guerra. El 24 de septiembre de 1865, la cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que facultaba al presidente de la República a responder a cualquier hostilidad foránea, declarándole la guerra a España. El Senado ratificó ese mismo día la declaración de guerra.
España llevó a cabo bloqueos en los puertos de Valparaíso, Coquimbo, Caldera y Talcahuano, lo que dificultaron. Sobre todo en un principio, cualquier intento de comercio extranjero. Países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos consideraban que esta guerra con España, en pleno océano Pacífico, era una locura pues, entre otras cosas, España debería abandonar estas tierras, dejando como herencia la destrucción de puertos y mercados, además del odio de todos los países vinculados al Pacífico. Chile trató de buscar apoyo entre los países vecinos y naciones amigas, como Perú, las Antillas y Colombia. Las respuestas fueron, en general, que condenaban o deploraban la ocupación de las islas Chincha, y aprobaban la conducta de Chile, pero que ninguno de ellos rompería una lanza en aras de la solidaridad continental. ¡Qué amigos!
Juan Williams Rebolledo había hecho una parada en Lota para abastecerse de comida y carbón. En esa oportunidad, se enteró de que el vapor Matías Cousiño estaba bloqueando el puerto de Coquimbo y decidió emprender rumbo en esa dirección. Usando bandera británica se acercó hasta la Covadonga y procedió a capturarla.
En Abtao
En febrero de 1866, llegaron hasta Ancud y Abtao las fragatas peruana Apurímac y Amazonas, además de las corbetas Unión y América. Cuando los españoles se enteraron de la llegada de la escuadra peruana, ordenaron que las naves Villa de Madrid y Blanca navegaran hasta Abtao. El marino Méndez Núñez (a cargo de la escuadra española en ese momento), en tanto, al mando del Villa de Madrid, intentó llegar hasta el estero de Huito, donde se refugiaba Williams Rebolledo. Sin embargo, fue repelido con fuego de cañones y, temiendo encallar, Méndez Núñez optó por dirigirse a Valparaíso y Caldera.
Valparaíso
Representantes de cuerpos diplomáticos y jefes de algunas escuadras extranjeras intentaron hacer entrar en razón a Méndez Núñez para evitar que atacara Valparaíso, pero todos los esfuerzos fueron en vano.
El 27 de marzo, el jefe de la escuadra española notificó al gobernador de Valparaíso que en cuatro días más bombardearía el puerto, por lo que necesitaba que pusieran bandera blanca en los hospitales, establecimientos de beneficencia e iglesias. De inmediato los porteños entraron en pánico y huyeron de sus casas, cargando ropa, muebles y alimentos. Pero algunos no creyeron que un país civilizado fuera a cometer semejante crimen. No solo se negaron a dejar sus casas, sino que se concentraron en los almacenes de la Aduana, para impedir que se sacara mercadería.
En la madrugada del 31 de marzo de 1866, las naves Villa de Madrid, Blanca, Vencedora y Resolución se aproximaron a Valparaíso. Con un cañonazo anunciaron que a las nueve empezaría el ataque. Con gran rapidez huyeron todos quienes se habían negado a la posibilidad de abandonar sus casas.
Al cabo de tres horas de ataque, ardían los almacenes fiscales y un total de 151 bodegas llenas de mercadería. Las fuerzas navales españolas destruyeron Valparaíso y luego se retiraron en dirección al Callao.
Fin de la guerra. Pero aún faltaban las formalidades…
En 1871 se firmó en Washington un convenio entre España, Chile, Perú, Bolivia y Ecuador, de armisticio por un tiempo indefinido. La paz definitiva entre España y Chile se firmó en Lima, Perú, en 1883.