El término “El Niño” se utiliza para denominar un fenómeno oceanográfico que se produce cada año en las costas sudamericanas del Pacífico.
Una corriente cálida, proveniente del norte, asciende hacia el sur desplazando a la corriente fría de Humboldt. Uno de sus efectos inmediatos es que cesa la afloración de aguas profundas cargadas de nutrientes, por lo que la fauna marina sufre profundamente y debe abandonar su hábitat natural. Esta corriente cálida se presenta en época navideña, y de ahí el nombre de El Niño. Transcurridas dos o tres semanas, el fenómeno cesa y todo vuelve a ser como antes.
Puede ocurrir que el calentamiento del Pacífico oriental persista varios meses, o todo el año, hasta enlazar con el siguiente episodio de El Niño. En ese caso, se está ante una grave alteración climática, de carácter catastrófico, que los científicos llaman “El Niño – Southern Oscilation” (ENSO). Cuando ello sucede se pueden producir lluvias torrenciales de carácter convectivo en zonas habitualmente áridas o semiáridas. Estas precipitaciones provocan deslizamientos de tierras, desbordamiento de tranques, inundaciones, coladas de fango en las montañas y destrucción masiva de infraestructuras, canales, puentes, carreteras, etc.
Además, el fenómeno ENSO provoca alteraciones ecológicas muy notables. La producción de fitoplancton, zooplancton, ictioplancton y clorofila disminuye drásticamente, y las especies habituales en la zona, como la anchoveta, el jurel y la sardina española, emigran o mueren por falta de alimentos. La actividad pesquera se resiente disminuyendo notablemente las capturas.
Del estudio de los diferentes episodios ENSO se constata que no existe una regularidad, pero que pueden ser detectados en su origen mediante un control de las temperaturas del agua marina, de forma que se puede predecir con cierto grado de exactitud el tipo de tiempo que predominará en los meses siguientes. Las grandes sequías seguidas de enormes precipitaciones que sufren el norte y centro de Chile tienen que ver con El Niño.