El Caleuche

Los orígenes del Caleuche tienen dos vertientes. La primera, en cuanto al significado de la palabra («Caleutún»: cambiar de condición, y «che»: gente). Es decir, «gente cambiada de condición». La segunda tiene que ver con la desaparición de un buque holandés apodado «Calanche».


Lo que sí está claro es su apariencia. Similar a la de un buque escuela iluminado y de fiesta, el Caleuche emerge en medio de la oscuridad del sur chileno intentando dar alegría y entretención para la espera inmortal de sus tripulantes.

Si bien nadie conoce sus rutas ni puertos, se le puede ver en años bisiestos navegando por Chiloé, donde, generalmente, se le ha visto recalando en Licaldad, Ten Ten o Quicaví, cerca de Castro.

Su capacidad para desplazarse lo hace inasible; puede deshacerse en una niebla que él mismo provoca, volverse tronco, roca u otro objeto, y sus tripulantes pueden convertirse en lobos o aves marinas. Algunas versiones hablan que los tripulantes se mueven solo en una pierna y la otra la tienen pegada a la espalda, como el Imbunche. Otros relatos los mencionan como personas muy bien vestidas, donde lo único extraño es lo helado de sus manos.

Normalmente reclutan a brujos, pero el resto de la tripulación son marineros muertos en el mar, pescadores aprisionados, ahogados o, incluso, niños vendidos, debido a que algunos padres entregan a sus hijos con el objeto de que el Caleuche los aprovisionen de todo tipo de alimentos. Una vez joven, el abandonado pasará a llamarse «Tripulante-Caleuche» y solo podrá visitar a sus padres después de un año arriba del barco. Lo siniestro de esta aparición es que cualquier persona que toca el Caleuche se deforma e idiotiza.

Además del transporte de brujos y de ser el hogar de los infortunados, la actividad principal del Caleuche es mercantil, específicamente, de contrabando. Muchas personas de los olvidados puertos del extremo sur chileno realizan pactos con la tripulación, asegurándose así que tendrán siempre aprovisionadas sus tiendas.

Se cuenta en Chonchi, donde un padre, al enterarse de la desaparición del bote de su hijo, lejos de entristecerse, esbozó una extraña sonrisa. Desde esa fecha el hombre comenzó a enriquecerse y, de noche, sus vecinos escuchaban las cadenas de los marinos inmortales del Caleuche llevando la mercadería. El pago por ello claramente había sido su hijo. También, más de una vez sucedió que esos locales amanecieron sin sus dueños, sin mercaderías y sin ninguna huella: algo cambió en el trato y el dependiente fue raptado por el barco.

Sin embargo, no todo es malo en el Caleuche. Rondan las historias de muchos hombres que, secuestrados por su tripulación, fueron llevados a las ciudades del fondo marino y sus enormes tesoros. Y si bien estos viajes no deben ser nunca revelados, pues se corre el riesgo de ser asesinados por la misma tripulación, hay algunos marineros que conocen muchos más lugares que los que hay sobre el mar y nadie sabe cómo llegaron a ellos.

Caleuche [delacruz-art]

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