Chile fue el cuarto país de América en conocer la radiodifusión. Los primeros fueron Canadá, Estados Unidos y Argentina. En esa época existían en Europa siete emisoras.
El sábado 19 de agosto de 1922 se inició la radiodifusión en Chile. Así lo recogía “El Mercurio”, que invitaba a asistir a las 9 y media de la noche, desde sus instalaciones en el palacio Larraín Zañartu de Morandé con Compañía, a la primera emisión radiofónica de la Universidad de Chile.
Los pioneros fueron Arturo Salazar y Enrique Sazié. Salazar era profesor de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile y tenía a su cargo el laboratorio de electrónica. Siendo adolescente siguió los pasos de Edison construyendo un fonógrafo. Un año más tarde, en 1895, elaboraba una máquina grabadora y un parlante. En el laboratorio de la Universidad de Chile, Salazar construyó un equipo de recepción de ondas radiotelegráficas, que le permitían captar las estaciones de Burdeos (Francia), la de Baden (Alemania) y la de Annapolis (Estados Unidos).
Enrique Sazié Herrera, nieto del doctor Lorenzo Sazié, nació el 19 de julio de 1897. Hizo sus primeros estudios en el Seminario de Santiago y en el Instituto Nacional. Su primer transmisor lo hizo con una bobina de inducción Rumkord. En 1922, en una sala de la Universidad de Chile, reunió a los aficionados a la radio para formar el Radio Club de Chile, presidido por Harvey Diamond. Ese mismo año, Sazié fue aceptado como miembro del Instituto de Radioingenieros de Estados Unidos.
El gran anhelo de Sazié era ofrecer programas al público; con ese fin empezó a construir un transmisor en el laboratorio del profesor Salazar, y solicitó la colaboración del Batallón de Comunicaciones, que le facilitó tres lámparas Telefunken, de cincuenta vatios cada una. Una vez conseguido el transmisor, Sazié se dedicó a construir el receptor, que colocaría en el segundo piso de “El Mercurio”.
En la primera transmisión, la del 19 de agosto de 1922 en “El Mercurio”, se emitió la marcha de la Primera Guerra Mundial “It’s a long way to Tiperary”, y Enrique Cabré y Norberto García interpretaron un tema a dúo al violín. Posteriormente, Rafael Maluenda, escritor y periodista, hizo un breve comentario político, en el que de forma risueña trazó el paralelismo del perro del general Alcibíades con el perro foxterrier del presidente de la República, Arturo Alessandri. Maluenda se transformó así, en el primer comentarista político de la historia de la radiodifusión chilena.
Sin embargo, este experimento no habría tenido gran valor sin un segundo paso: el que dio Federico Helfmann, asesorado por Enrique Sazié, con la venta de receptores de radio. Pero, para hacerlo, era preciso contar con una emisora que realizara programas diarios. Sazié construyó un pequeño transmisor con una potencia de cinco vatios, muy rudimentario. Se pensó que el pequeño transmisor serviría para las demostraciones.
El nacimiento de Radio Chilena
La firma Errázuriz Simpson sentó las bases tecnológicas para el desarrollo de la radiodifusión en Chile. Esta empresa compró los derechos de Federico Helfmann y se entregó a la tarea de formar la Compañía Radio Chilena. Los capitales que participaron en este proyecto fueron de firmas ligadas a la electrónica: Westinghouse, General Electric, Telefunken, Telegrafie Son Fils y Marconi Wireless. Una vez más fue Enrique Sazié el cerebro de la puesta en marcha del plan.
Para salir rápidamente al aire, Sazié transformó un equipo de radiotelegrafía de marca Oscilio, que había importado, en un transmisor de radiodifusión. Aprovechó las dos lámparas de 250 vatios, los instrumentos y el grupo generados marca Esco, que suministraba la corriente eléctrica continua. El 26 de marzo de 1923, siete meses después de la primera emisión de la Universidad de Chile, se inauguró la Radio Chilena, con estudios en el décimo piso del edificio Ariztía.
Ya entonces en Santiago existían doscientos receptores. Los precios oscilaban entre los dos y los tres mil pesos; los primeros santiaguinos en adquirirlos fueron Francisco de Borja Echeverría, Patricio Valdivieso y Carlos Wassen. En la inauguración de Radio Chilena hubo música, un discurso, artistas y un locutor, Alfredo Figueroa Arrieta, el primero que hubo en Chile. La orquesta fue la del maestro Ubaldo Grazziolli y el discurso estuvo a cargo del maestro Osmán Pérez Freire.
La emisión comenzaba a las 9 de la mañana con la lectura de las noticias de los diarios. A las diez de la noche se transmitía la hora oficial, con las campanas de un reloj carillón Westminster que proporcionó la relojería suiza de Carlos Fahl. Esta relojería y la Botica Francia, de Gastón Goyeneche, fueron los dos primeros avisadores de la radiodifusión chilena. Se cobraban mil pesos por transmitir una frase diaria durante todo un mes. Como Alfredo Figueroa Arrieta no podía estar todo el día y a todas horas junto al micrófono, hubo que probar nuevas voces, y fueron contratados Juan Esteban Iriarte y Ricardo Cano Ichaútegui. La publicidad era escasa y no permitía financiar la emisora. El propio Figueroa inició una campaña de ayuda, mediante estampillas coleccionables, sorteos y premios, pero el sistema no prosperó.
Dos preclaros hombres de la Iglesia, los cardenales José María Caro y Raúl Silva Henríquez, propusieron al arzobispado de Santiago y a la congregación salesiana de Chile adquirir la radio y hacerse cargo de la administración, para ponerla “al servicio de la labor evangelizadora de la Iglesia católica chilena”.
Las nuevas emisoras
En 1924, Enrique Sazié continuó con su esfuerzo de crear emisoras de radio. Aquel año apareció Radio El Mercurio. Sin embargo, entre las aparición de las emisoras Chilena y El Mercurio se fundó Radio Cerro Alegre, de Valparaíso, en la que participaba activamente otro de los pioneros de la radiodifusión chilena y del cine sonoro: Ricardo Vivanco Orsini. Éste construyó un pequeño transmisor para el corredor de la Bolsa de Comercio de Valparaíso, Carlos de Carlo. Así nació Radio Cerro Alegre, cuyas emisiones se prolongaban por tres horas al día.
Pese a la aparición de Radio Chilena, fue Radio El Mercurio la que más realce alcanzó en la década de 1920. Con 800 vatios de potencia, alcanzó distancias inimaginables en aquellas fechas. A sus oficinas llegaban cartas desde Chillán y Temuco. El aparato transmisor había sido construido por Enrique Sazié, a excepción de una lámpara Western Electric.
En Radio El Mercurio surgió un locutor que marcó una época: Jorge Echegoyen, a quien se debe la incorporación del programa-concurso con la participación de los oyentes. También en esta emisora nació la primera audición deportiva, que fue creada y dirigida por el periodista y humorista Carlos Cariola. Se llamaba “Clínica Deportiva” y todos los comentaristas se trataban entre sí de “doctor”. Pero el dial comenzaba a poblarse. Ricardo Vivado, con la ayuda de algunos amigos, construyó en 1925 el transmisor de Radio Club de Valparaíso, que se instaló en la torre del diario “La Unión”, en la Plaza Victoria.
Al año siguiente, la firma Wallace y Cia., que vendía artículos eléctricos y receptores de radio creó Radio Wallace, cuya aparición coincidió con una importante novedad: tuvo los primeros equipos que funcionaron conectados con la corriente común. Además, contaba con una curiosidad: solo transmitía publicidad para su establecimiento comercial y para los productos que ofrecía.
También en 1926 nació en Valparaíso la Radio Lord Cochrane, futura Radio Nacional de Chile. Enrique Sazié, por su parte, continuó construyendo radioestaciones: en 1927 instaló una en la Escuela de Carabineros, a la que seguirían otras en la Escuela Militar, la Escuela de Caballería, el diario “La Mañana” de Talca y el diario “El Sur” de Concepción. Como cada diario estimaba que debía tener su emisora, al salir “La Nación” Sazié fue llamado para construir su emisora, que se convertiría en 1929 en la preferida de la audiencia gracias a la emisión de música lírica.
Un instrumento político
Las radios tampoco escaparon a la lucha con los gobiernos autoritarios. El general Carlos Ibáñez del Campo, considerando que la información de Radio Diario Ilustrado le era adversa, introdujo la censura. Todos los informativos se transmitían previa revisión de un censor.
Tal importancia otorgaban los gobernantes a las emisoras, que Marmaduke Grove, tras el golpe militar del 4 de junio de 1932 y la instauración de la efímera República Socialista, hizo instalar una emisora en La Moneda.
En 1932, Ricardo Vivado, con la Compañía de Seguros La Chilena Consolidada, creo otras dos emisoras: una en Santiago y otra en Valparaíso. Fue la primera radio que contaba con una filial. Sus estudios estaban en Huérfanos 1153 y en el programa de inauguración cantó Libertad Lamarque, que cobró treinta pesos por canción.
Arturo Alessandri Palma, que el 21 de mayo de 1923 fue el primer mandatario que leyó su mensaje presidencial por radio, diez años más tarde, en 1933, transmitió un mensaje a toda América también a través de este medio de comunicación.
Vehículo para la cultura
En 1935 nació Radio Hucke, que posteriormente se denominó Radio Nuevo Mundo. Poco después aparecía Radio Agricultura y, casi en forma simultánea, Radio Cooperativa Vitalicia. En 1938, Radio La Chilena Consolidada se convirtió en Radio del Pacífico. Esta emisora, que durante más de treinta años tuvo sus estudios en el Portal Fernández Concha, fue un semillero de artistas. De allí surgieron Ana González (la Desideria), Ester Soré, Eduardo de Calixto y muchos más.
El 7 de abril de 1937 se inauguró en el seno de la Universidad Técnica Federico Santa María la radio del mismo nombre, que con el tiempo se convirtió en la emisora universitaria veterana de América Latina. Desde sus inicios en la amplitud modulada (y con frecuencia FM desde el 25 de enero de 1973), ofrecía programas educativos y culturales, que le reportaron una merecida fama más allá de las fronteras de Chile. En 1990 firmó importantes acuerdos con la BBC de Londres, con The Voice of America de Estados unidos, con Radio Neederland de Holanda y la Deutsche Welle de Alemania, emitiendo diariamente programas en directo relacionados con el desarrollo científico y tecnológico, el arte y la cultura.
El desafío de las nuevas tendencias
Tras cuarenta años de desarrollo, en la década de 1960 la radio hubo de afrontar, con la masificación de la televisión, su primer y más grande desafío. Muchos anunciaron entonces el ocaso definitivo. El diagnóstico no pudo estar más equivocado. Por el contrario, la radio mostró una capacidad de respuesta insospechada. Aprovechó inteligentemente las posibilidades que deparaba la tecnología del transistor, amplió sus emisiones en frecuencia modulada, reorientó y segmentó su programación, aprovechó las demandas no cubiertas por la televisión y, por último, evitó entrar en abierta colisión con ella, optando por una estrategia sutil de complementación.
El balance no deja de ser sorprendente. En más de un segmento horario, en muchas ciudades del mundo la radio capta más audiencia que la propia televisión, proliferan las emisoras y prosigue el proceso de renovación tecnológica. Chile no escapa a dicha tendencia, es innegable que la radio atraviesa por un buen momento.
La radio ya no es, ciertamente, la de 1940. Los radioteatros han enmudecido, los grandes auditorios han desaparecido, no existen las emisiones de espectáculos en directo (como “La bandita de Firulete”), que han dado paso a la radio interactiva, en constante comunicación con los oyentes y programas de corte político y de actualidad, donde se alternan datos de interés público, servicios, orientación, noticias y música.
En resumen, la radio chilena, tras el impacto que causó la aparición y masificación de la TV, recupera su capacidad de crear magia a través del sonido.
Fuente: Gran Enciclopedia de Chile